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sábado, 15 de octubre de 2011

EXTRAVÍOS II


En estas y otras cosas pensaba mientras cruzaba aquel puente, de madrugada, con la neblina apenas atravesada por las luces artificiales. Me había procurado la razón oportuna para la caminata nocturna: lanzar mis últimas monedas al mar de Barranco como una especie de ritual para restablecer alguna forma de suerte o lo que sea, pensé. A tempranas horas, caminando por la playa, observé algo que me desconcertó a tal punto que adquirí formas pétreas. En posición fetal, sentado sobre el muro que separa, o pretende separar, la superficie del abismo, me coloqué los audífonos sin prestar mucha atención a las melodías. Era mi manera de desconectarme aún más del entorno. Por instantes, detenía los pensamientos para escuchar canciones, pero sólo las que de alguna manera me remitían a inciertas circunstancias. Así pasé el resto de la tarde y la noche. A veces uno olvida que tiene un cuerpo cuando plática con su sombra.



sábado, 1 de octubre de 2011

EXTRAVÍOS I


A veces te confundes. Lo niegas. Haces de cuenta que ya pasará. Pero lo que pasa son los años. En el camino, algunos se creen el libreto, excepto tú. Entonces te inventas a ti mismo, como un ser diferente, especial, libre de la fácil satisfacción de simplemente ser. Asoma la soledad y la muerte se presenta en silencio, de noche ausculta tus secretos. Entonces las visiones se hacen más claras cuanto más oscuras sean tus horas. Ya no temes sino al silencio ajeno. Ya no quieres sino lo que eres incapaz de comprender. Y vives sospechando que tal vez no hay diferencia entre la cuna y la tumba. Y cómo para no caer en la amargura, esa que amenaza con devorarnos hasta las frágiles esperanzas, sonríes. Sonríes y provocas, sin quererlo, lágrimas en ojos fugaces que te son imposibles reconocer. Lo que tenemos muy de cerca no lo podemos distinguir, tal vez por eso cerramos los ojos cuando lloramos…


jueves, 22 de septiembre de 2011

Imagen Nueva

 
                    Para  Armando Zubizarreta


       A veces me parezco un poco
       a la imagen de la muerte
       que mi madre descubría
       entre sus cuentos.
       Con mis ojos hundidos y
       mis manos señalando
       blancas calles
       me suelen confundir
       con la muerte devoradora,
       y entonces,
       para jugar,
       penetro en algunas
       casas,
       aliviando a carpinteros y
       artesanos del dolor,
       cogiendo tierras
       y hundiéndolas
       en el mar.
       Soy la muerte a ratos,
       y a ratos conservo mi belleza
       y mis vestimentas
       y asusto perros, gatos,
       y al final,
       como siempre,
       a la higuera estéril y solitaria
       la quemo con el rayo de mis manos

                                25, Octubre, 1960


JAVIER HERAUD

Javier Heraud: Poesía Completa

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Emily Dickinson (1830 - 1886)

No era la Muerte, pues yo estaba de pie...

No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
Agitaban sus badajos a mediodía.

No había helada, pues en mi piel
Sentí sirocos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.

Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.

Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche

Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.

Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.



martes, 20 de septiembre de 2011

Instrumentales caletas de The Cure...

Matutino


De tanta noche sin luna,
me invento amaneceres con las luciérnagas.
Búsqueda sin madeja,
me hallo en el siempre de tu laberinto.

Divagar.
Proceder cotidiano en mi ciudad,
esta que tiene un solo habitante:
espejo matutino.

Y sí,
divagar es todo
lo que puedo hacer ahora.
Los momentos de fecundidad ya pasaron y,
a punto de carecer de razones válidas
para molestar al entusiasmo,
prefiero divagar.

Layne Staley


Confusión.
Despertar
sin dejar al cansancio.
Sensación de pérdida,
hastío inevitable,
desconcierto en la mirada.
Y tú…
Lejos.

Repites el libreto,
Empujas las lagrimas
hacia tu abismo.
Recuerdas,
nútilmente;
no hay antecedentes claros,
solo rumores.

Es cierto,
navegas con velas rotas,
pero ya no te anima hallar tierra,
sólo el auxilio de la locura
para creerte salvo.
En la ignorancia
pueda que se halle tu salvación.

Y entre tantos rostros que merodean
ninguno te perturba tanto
como aquel sin ojos,
de inexpresiva mueca
caminar cansado,
con cabellos largos
hasta la cintura.

Ya tu mirada se ha gastado tanto
que marchitas todo lo que alcanzas con ella.
Abajo,
más abajo de lo que creías,
se hallan tus dudas.
Deja de darles otros nombres,
tu inocencia,
lo sabemos bien,
llora como un niño abandonado.

Y tus zapatos,
sedientos de caminatas,
han salido a pernoctar
mientras yaces en tu rincón
absorto,
silente,
naufrago de emociones.

Por favor,
no me pidas consejo.
Porque te conozco bien
sé que ninguno nos sirve.
Solo déjame acompañarte
en silencio…